Hacia 1967, la República Federal de Alemania rocanroleaba. Los Rattles hasta habían llegado a fabricar el primer éxito internacional de Alemania Occidental, “The Witch”, pero los grupos aún sonaban como otros cualquiera. Habían tardado un poco en embarcarse en el viaje, pero esa ha sido siempre la manera alemana de hacer las cosas. Ya los historiadores romanos habían tenido que consignar que, aunque las tribus germánicas habían sido las más difíciles de cristianizar, que Dios ayudara a las tribus de más allá del Rin cuando los germanos recién bautizados fueran para allí con el subidón de renacidos. Y los recién rockeros alemanes occidentales acababan de renacer, eso estaba claro de cojones. Brevemente, durante 1967, Alemania del Oeste pareció convertirse en una provincia de la cultura británica y americana. La Psiquedelia llegó seis meses tarde pero se quedó para siempre. Como los Stooges de Detroit, que eran tan provincianos que aún llevaban melenas a lo Troggs en 1969, los grupos de Alemania Occidental eran lentos en adoptar una moda pero más lentos aún en dejarla pasar. El phasing, que podía escucharse como un extra a la moda en los éxitos pop británicos de principios de 1967, aún se escuchaba en 1974 en los temas épicos del Krautrock de la Alemania del Oeste, plenamente integrado en los estilos de las banda. El op-art, pop-art y los espectáculos de luces e imágenes psiquedélicas que habían definido las portadas de los discos americanos y británicos del período 1967/1968 dominarían todo el underground de Alemania Occidental durante los setenta.
Ciertos eventos a lo ancho y largo del mundo han llevado este cambio de registro musical hasta el paroxismo. Cuando Yoko Ono se unió a John Lennon, la población combinada del Reino Unido y América torció el gesto en señal de desaprobación. No fue este el caso en Alemania Occidental, en modo alguno. La comunidad artística a la última lo sabía todo de Yoko Ono. Ella era visible y una artista apreciada e inspiradora. Y, sobre todo, ligándose a John Lennon, daba su alta aprobación artística a la infantil música de los Beatles, justo allí y entonces. Para muchos artistas de Alemania del Oeste, aquello era motivo suficiente para formar un grupo de rock’n’roll. También en 1968, las revueltas de París vieron a los estudiantes arrojar cócteles molotov a la policía y a los situacionistas pintar por las paredes “Ahorra combustible, Quema automóviles”, mientras los rusos enviaban los tanques a la Checoslovaquia de Alexander Dubcheck, reforzando los ideales de libertad de cualquier vacilante joven hippie de la Alemania Occidental. Revueltas imitativas tuvieron lugar en Berlín, entre un goteo de la nueva música freakout del nuevo grupo de freeform ácida del veterano trotamundos Edgar Foese, Tangerine Dream, y de Psy Free, un jovencísimo grupo sin bajista comandado por el batería Klaus Schultze. La música era un salto mortal, colocada y profundamente pasada de vueltas. Schultze y el guitarrista de Psy Free, Alex Conti, se oponían vehementemente al capitalismo –tocaban gratis durante horas, noche tras noche–. Siguieron los festivales pop en Alemania del Oeste, a la estela de Monterrey, y el primer gran evento fue el Essener Sontag Festival de 1968, que presentaba a dos de los grupos más inspiradores para el underground alemán, los Mothers of Invention de Frank Zappa y los Fugs de Ed Sanders. Uno de los grupos invitados a tocar en el festival era una comuna político-musical de nombre Amon Düül. Horas antes del espectáculo, se anunciaba que su inestable paz se había acabado y que aquella noche tocarían dos grupos distintos, conocidos en adelante como Amon Düül I y Amon Düül II. Ambos grupos eran ahora cooperativos y no admitían representantes que no fueran también instrumentistas. La nueva escena continuó desarrollándose a través de amplios segmentos de edad. Un día, Holger Czukay estaba hablando con uno de sus alumnos acerca de su antiguo profesor, Karlheinz Stockhausen. El joven estudiante, un violinista-guitarrista llamado Michael Karoli, no se mostró impresionado. Puso a su profesor el “I am the Walrus” de los Beatles y Holger Czukay se asombró al constatar lo lejos que había llegado el rock’n’roll. Telefoneó a su amigo Irmin Schmidt, otro alumno de Stockhausen, y le sugirió formar un grupo con Michael Karoli, diez años menor. Esta aberrante combinación de Stockhausen y psiquedelia pronto se llamaría The Can. Y era un espectáculo que seguía y seguía...
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